El doctor Ángel Palomares Samper, en la actualidad conservador de museos, hizo en 1999 un estudio urbanístico, arquitectónico y de las pinturas murales de este edificio, una propiedad del siglo XVI de una de las principales familias nobles de Andalucía y que ya recogía el Catastro del Marqués de la Ensenada. Este inmueble se ha ido transformado y en las fachadas se reconocen partes de lo que fueron hermosas decoraciones de finales del siglo XVIII.
"Se elimina el abigarramiento ornamental y abunda la integración de lo figurativo con lo arquitectónico", explica Eduardo Asenjo. La planta baja está muy transformada y tan solo se encuentran vestigios de pinturas en la primera y segunda planta. La fachada tiene los característicos balcones panzudos y alrededor de los vanos se dispone la composición arquitectónica. Las esquinas del edificio se refuerzan con estípites, muy ricas y efectistas", añade el historiador del Arte. Aunque se deberían hacer catas para determinar mucho mejor las características de estas pinturas, predomina el color marrón y las piezas se perfilan para dar volumen y crear sombras. "Aquí volvemos a encontrarnos la rocalla y aparecen figuras que recuerdan a las de la Casa del Administrador, puesto que se presentan en tarimas", comenta Asenjo. Se conserva también la mitad de una balanza y la tarima de una posible dama de la justicia, pero una ventana posterior acabó con este motivo. "También se distingue una figura que parece de mujer en la otra cara del edificio", dice el profesor.
La Gerencia de Urbanismo y la Oficina de Rehabilitación del Centro Histórico "se han mostrado muy receptivos cuando hemos planteado la importancia de estas pinturas", afirma Asenjo.
Artículo publicado en Málaga Hoy el 27 de junio de 2005